La necesidad de diálogo surge en el día a día de nuestras
relaciones con las demás personas y del ejemplo de aquellas personas o
colectivos sociales demuestran que el diálogo y el entendimiento son posibles. Es
necesario que las personas aprendan cauces de comunicación no violenta que les
permita expresar sus sentimientos, sus temores, sus necesidades y sus anhelos con
honestidad, con humildad, de forma respetuosa y responsable. Pero también de
escuchar y situarnos en la piel del otro. Es entonces cuando nos daremos cuenta
que no existen verdades absolutas y que las razones pueden confluir en un encuentro cordial y amistoso.
El mejor testimonio que podemos dejar
a nuestros hijos es que podemos disentir, discutir e incluso enfadarnos sin
necesidad de herir, dando nuestros argumentos razonados y siendo capaces de
hablar y de escuchar y observar con interés, respeto y atención lo que el otro
nos quiere trasmitir.
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